Entre las interpretaciones bíblicas inusuales y novedosas, hay una que supone que la unión en la Deidad es entre el Padre y el Hijo (“Yo y el Padre uno somos”, Jn. 10:30), pero excluye al Espíritu Santo, porque considera que Jesucristo y el Espíritu Santo son la misma persona. Este planteamiento nos lleva a preguntarnos si esto realmente es así, y esta entrada tiene que ver con en análisis de esa hipótesis.
Es verdad que en una ocasión Jesús se identificó tan estrechamente con el Espíritu Santo, que habló de Él en primera persona. En Jn. 14:18-19, 21-23 leemos:
- “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Jn. 14:18).
- “El que me ama, será amado por mi Padre… y yo me manifestaré a él” (vers. 21).
- “Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (vers. 23).
No obstante, la totalidad de la Escritura es suficientemente clara como para entender que Jesús está utilizando un lenguaje figurado. El mismo contexto de Jn. 14 marca la diferencia entre Jesús y el Espíritu Santo:
- “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador… el Espíritu de verdad” (vers. 16-17).
- “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre…” (vers. 26).
En verdad, todo intento de aplicar la expresión “otro Consolador” a Jesús mismo, a partir de que parácletos (Consolador) se aplica eventualmente a Jesús en 1 Jn. 2:1 (abogado), resulta inconsistente. En Jn. 14:16 Jesús habla de “yo” (en primera persona) y de “otro” (en tercera persona), por lo que en ese caso otro es otro. El término original significa otro de la misma especie. Jesús estaba preparando a sus discípulos para su partida, y les aseguró que les enviaría como acompañante un sucesor de su misma calidad. También en el vers. 26 resulta muy clara la diferenciación entre Jesús y el Espíritu Santo, “a quien” (tercera persona) “el Padre enviará” (tercera persona) “en mi nombre” (primera persona). En realidad hay más de 20 pasajes en el Nuevo Testamento en los que Jesús se refiere al Espíritu Santo en tercera persona (Mt. 10:20; 12:28, 31, 32; Mr. 3:29; 12:36; 13:11; Lc. 4:18; 11:13; 12:10, 12; Jn. 3:5, 6, 8; 3:34; 14:16, 17; 14:26; 15:26; 16:13; Jn. 20:22), junto con otros que establecen una clara diferencia personal entre ambos. Veamos algunos:
- “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto” (Mt. 4:1).
- “A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero” (Mt. 12:32).
- “Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt. 28:19).
- “Descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma…” (Lc. 3:22).
- “Cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí” (Jn. 15:26).
- “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (2 Co. 13:14).
Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto. ¿Se llevó él mismo, o lo llevó otro? Blasfemar contra el Hijo tiene perdón, pero blasfemar contra el Espíritu Santo no tiene perdón. ¿Cabe entonces la suposición de que el Hijo y el Espíritu Santo son la misma persona? Y así en el resto de los pasajes. Para inferir que Jesús y el Espíritu Santo son lo mismo, hay que ir contra la lógica natural de los textos.
Por último, el hecho de que algunos términos se aplican por igual a Cristo y al Espíritu Santo, no constituye una prueba de que ambos son una misma persona. Por ejemplo, a Jesús “el mundo no le conoció” y “los suyos no le recibieron” (Jn. 1:10, 11), y al Espíritu Santo “el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce” (Jn. 14:17). ¿Establece eso una igualdad de personas? Y así sucesivamente. Cristo es nuestro intercesor, y “el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Ro. 8:26). Jesucristo es el Señor (Fil. 2:11), y “el Señor es el Espíritu” (2 Co. 3:17). O, como hemos visto, Jesús es nuestro parácletos en Jn. 2:1, y el Espíritu Santo también es el parácletos en Jn. 14:16.
¿Estás de acuerdo con el punto de vista expuesto en esta entrada? ¿Qué reflexión te merece este tema?
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